Por Roberto Ochoa Berreteaga
Ilustrado por Alfonso Cano Osorio
El lunes 11 de febrero del año 1600 la joven ciudad de Arequipa se preparaba para el inicio del carnaval. Las comparsas y los fuegos artificiales se confundieron con lejanas detonaciones y temblores que no sorprendieron a una población que ya estaba acostumbrada a los movimientos sísmicos. Como se puede leer en uno de los arcos del mirador de Yanahuara: “No en vano se nace al pie de un volcán”.
Sin embargo, en aquellos tiempos tuvo que pasar un mes para que los sobrevivientes comprobaran que se trató de la erupción del volcán Huaynaputina (“volcán joven”). Las poderosas detonaciones se escucharon hasta en Lima (distante mil kilómetros al norte) donde el virrey ordenó el envío de vigías a la cumbre del cerro San Cristóbal pues creyeron que los piratas estaban bombardeando el puerto del Callao.
Los arequipeños contemplaban el Misti, el Pichupichu, el Chachani y no habían señales de erupción. Lo mismo sucedía en dirección al Coropuna, el Ampato y el Sabancaya… que seguían inactivos. La lluvia de cenizas, empero, era tan grave que casi no se podía respirar. Las explosiones se sucedían como si se tratara de un lejano combate de dioses telúricos, los seísmos derrumbaban las viviendas, iglesias y otros edificios públicos recién reconstruidos tras el terremoto que destruyó la Ciudad Blanca en 1580.


La alegría del carnaval fue reemplaza por el terror colectivo ante el inminente apocalipsis. Una de esas noches de febrero, los pobladores contemplaron una enorme burbuja de fuego, de casi una cuadra de largo, que flotaba en el cielo rumbo al mar. Las detonaciones se confundían con poderosas descargas eléctricas y gigantescas luces que iluminaban el cielo nocturno en medio de la lluvia de cenizas.
El Huaynaputina está ubicado muy cerca a la actual frontera que une Puno, Moquegua y Tacna. En el siglo XVI se creía desactivado. Los arequipeños supieron de su erupción cuando un pequeño grupo de sobrevivientes llegaron a la ciudad y describieron la desintegración de la montaña.

En el libro Arequipa, escrito por Patricio Ricketts Rey de Castro y basado en las crónicas del jesuita Bernabé Cobo, se describe una escena de película: un ermitaño que hacía penitencia en los cerros arequipeños apareció desnudo en el centro de la ciudad cargando una cruz y flagelándose con una piedra. Decenas de vecinos lo seguían mientras se azotaban y lloraban a gritos pidiendo perdón al cielo. La procesión se interrumpía por manadas de vicuñas que escapaban desesperadas y desorientadas por la ceniza que inundaba el ambiente.


La erudita descripción que hace Ricketts también resalta por su dramatismo: “Seis pueblos de indios quedaron sepultados y las víctimas pasaron de 200 en ese solo lugar. Se perdieron los sembríos y la tierra no volvió a ser la misma. La mortandad de aves y animales fue dramática. Los pájaros del cielo, anota un testigo, caían amortecidos entre la gente. Los pastos desaparecieron a más de 40 leguas (200 kilómetros) a la redonda, Cegáronse los caminos, que nadie podía recorrer sin riesgo de la vida. Los terrales desorientaban. La ceniza, acumulada en las laderas y quebradas, causaba frecuentes avalanchas. Sus olas asolaban los campos. Los ríos se represaron. El de Tambo, que por esos días bajaba caudaloso, formó durante 28 horas una laguna de cuatro leguas (20 kilómetros); y luego, seis leguas más abajo, otra de siete (35 kilómetros) de largo, donde el agua hervía con el calor de la lluvia volcánica. Cuando la segunda presa cedió, el viernes de Ramos, la colosal acumulación de la cuaresma corrió como un maremoto por veinte leguas de fecundo valle, empujó las aguas marinas en la desembocadura y ensanchó la playa en 700 metros. La contaminación acabó con incontables peces, varados en la región. Donde hubo sembríos, quedó apenas un desierto de piedra, arena y cenizas…”.
Otra novedad del libro de Patricio Ricketts es que revela el otro nombre con el que se conocía al volcán Huaynaputina: QUINISTAQUILLAS. Un nombre con el que hoy en día se conoce a un poblado cercano al volcán.
En 1864, Antonio Raimondi visitó la zona, identificó el Huaynaputina y pudo comprobar la existencia de un enorme cráter de casi tres kilómetros de circunferencia con cien metros de profundidad. Nosotros, para la revista Andares, visitamos la zona a fines del siglo pasado para armar un reportaje publicado en la revista Andares, Guía del Viajero (edición impresa). Comprobamos la existencia de geiseres de un enorme desierto de cenizas sobre los 4 mil metros de altura, muy cerca a lo que queda del cráter.


ERUPCIÓN GLOBAL
Historiadores y geólogos coinciden en señalar que la erupción del Huaynaputina es la más violenta en la historia de América del Sur y una de las más poderosas de la historia. Destruyó la ciudad de Arequipa que apenas tenía 60 años de fundada y enterró a poco más de treinta poblados ubicados en el área de influencia del volcán, en la provincia de Omate. Murieron más de 1.500 personas y se contaron por varios miles los desplazados. Muchos de ellos llegaron a Lima semanas después y dieron detalles de la tragedia ante el aterrorizado pueblo limeño que recién entendió el origen de estas detonaciones que habían confundido con un ataque pirata.
Ya han pasado 425 años de aquella explosión descomunal. Geólogos y vulcanólogos coinciden en que las cenizas lanzadas en 1600 por el Huaynaputina se han hallado en lugares tan lejanos como Groenlandia y la Antártida. La erupción tuvo un efecto planetario: habría provocado un invierno más intenso (casi dos grados Celsius menos de lo normal) en varios países de Europa y hasta una hambruna en Rusia. Pero ¿cuáles fueron los efectos en las zonas circundantes al volcán?
En sus largas caminatas por los alrededores del Huaynaputina, los científicos peruanos han hallado los restos de muros de piedra de varios poblados enterrados bajo dos o tres metros de ceniza y piedra pómez.
Son desiertos de ceniza volcánica que se alzan sobre los cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar. Las lluvias de los últimos 400 años han creado cañoncillos y quebradas donde los científicos pueden investigar con tranquilidad.
También se han utilizado drones para inspeccionar la zona, así como sofisticados instrumentos para medir el campo magnético y tomar "radiografías" de la tierra con equipos de prospección geofísica.
Los vulcanólogos utilizan una escala de ocho grados para medir la magnitud de una erupción: el más célebre es el del volcán Vesubio (grado 5) que en el año 79 a.C. destruyó la ciudad romana de Pompeya. Una más reciente fue la del Mount St. Helena, en Estados Unidos, que en 1980 arrasó con miles de hectáreas de bosques y transformó el paisaje local (grado 4). Mientras que la del Huaynaputina es de grado 6, solo superada por la erupción del Monte Tambora, Sumbawa, Indonesia, en 1815.
En el año 2022, el Ingemmet publicó la primera guía turística y científica PAISAJES DEL VOLCÁN HUAYNAPUTINA, Patrimonio Geológico y Cultural, con reveladora información histórica de la erupción, los últimos avances científicos de la investigaciones y la propuesta de un circuito turístico en la zona. Sin duda, se trata de un libro de lectura obligada para entender el enorme potencial de una catástrofe cuyas cicatrices modificaron el imponente paisaje de Moquegua, Arequipa, Tacna y Arica.