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Cuando el Libertador, hace más de un siglo, acogió las ideas de
algunos políticos de la época y trazó sobre el mapa una línea que
dividiera el Gran Perú, en Perú y Bolivia, —línea que
posteriormente pretendió borrar el gran caudillo Kholla Mariscal
Andrés de Santa Cruz—, no imaginó siquiera el formidable daño
que su actitud causaba, desde todo punto de vista, a una tierra que se
hallaba estrechamente unida por los vínculos de la prehistoria, la
raza, las costumbres y, especialmente, por el alma de sus pueblos.
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