
Roberto Ochoa Berreteaga
El primer domingo de octubre es la fecha elegida para la gran peregrinación a la Virgen del Rosario de Yauca. La visité una sola vez, a principios de siglo, para dedicarle un reportaje en la revista Andares, de La República. Desde la ciudad de Ica el camino es corto en automóvil, pero sus fieles realizan un peregrinaje que los obliga a transitar por un paisaje desértico bajo el ardiente sol primaveral.


Cosas de la fe. Llama la atención su gran iglesia que contrasta con un pequeño pueblo que permanece semivacío casi todo el año pero que el primer domingo de octubre puede recibir a cincuenta mil peregrinos que resucitan ferias, procesiones, misas y otras manifestaciones propias de la fe popular.

Más allá del gusto por realizar ese reportaje, esta fiesta me conmovió y prometí volver… pero pasaron los años y sigo postergando esta promesa. Su recuerdo, empero, lo guardo con mucho cariño en mi biografía personal.
Cada vez que paso por Ica recuerdo que debo cumplir esa promesa. Hace unos días tuve la suerte de visitar la capital iqueña invitado como jurado del premio Plata del Perú 2024. Las decisiones del jurado son escrupulosamente revisadas por un notario local y esta responsabilidad recayó en manos del Dr. César Sánchez Baiocchi.

El último día, cuando se eligió a los ganadores, reapareció el notario con un obsequio para fundación organizadora: su libro Santísima Virgen del Rosario de Yauca, Luz de fe en el desierto de Ica. En algún momento de la ceremonia pude charlar unos minutos con el notario para preguntar por su obra. Fue una interesante charla pese a los apuros de la ceremonia.
Mi sorpresa fue recibir días después, aquí en Lima, el citado libro enviado por el Dr. Sánchez Baiocchi…que estas líneas sirvan para agradecer el detalle.

El libro es una valiosa selección del testimonio del autor y otros textos escritos por los fieles peregrinos. La selección de fotos e ilustraciones sobresale gracias a que el libro está impreso en papel couché que resalta su fina edición.
Entre sus revelaciones, se asegura que el topónimo Yauca se puede traducir como “Oye, ven” un mensaje que muchos fieles aseguran haber escuchado cuando pasan por esta zona desértica de Ica desde el año 1701,cuando se produjo la milagrosa aparición de la imagen mariana. También sobresalen textos como el del gran Gregorio Martínez y detalles como las finas prendas de vestir de la imagen.

Otro detalle interesante es el sincretismo de una peregrinación que tiene como epicentro un punto del arduo camino que durante siglos vinculó al valle de Ica con las rutas de posible origen wari y chanka: Vilcashuamán, Huamanga y Andahuaylas.
Este primer domingo de octubre no podré cumplir con la promesa de volver a esta peregrinación, pero coincidió con este libro de lectura obligada que ahora está a buen resguardo en mi biblioteca… y dedicada a una fiesta peruana de fe popular y sincrética.