Por Roberto Ochoa Berreteaga
La palabra “cosmos” equivale, en primer lugar, a “mundo”, es decir, el conjunto de todo lo existente. En segundo lugar se define como el “espacio exterior de la Tierra”. Y éste es precisamente su significado más popular. Debemos recordar, por ejemplo, que durante la Guerra Fría “astronauta” era el viajero al espacio exterior que tripulaba las naves de los Estados Unidos de América. Mientras que “cosmonauta” era el tripulante de las naves lanzadas por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas… capitalistas y comunistas, gringos y soviéticos nos complicaban la vida a los hispanohablantes.
Cosmos como “mundo” se refiere, repito, al conjunto de todo lo existente: el planeta que habitamos, el género humano, la sociedad humana, el ambiente en que vive o trabaja una persona, el ámbito o parte determinada de la naturaleza.
Considerando que el ser humano siempre trató de organizar su mundo, COSMOS viene a ser lo contrario del caos. Y es que los homo sapiens siempre hemos tratado de ordenar el caótico mundo que nos rodea con complicados y no menos primitivos conceptos ideológicos de orden religioso o político.
El libro COSMOS MOCHE se basa en ambos significados. El “orden” del mundo terrenal creado por los mochicas y también sus conocimientos sobre ese “orden” que habitaba el cielo. Desde los solsticios y equinoccios que marcan el tránsito del Sol durante todo el año, hasta las fases de la Luna, pasando por el mapa estelar que contemplaron en el cielo nocturno. Desde la denominada Vía Láctea, identificada como un río (mayu) celestial, cuyas sombras provocaron mitos y tradiciones andinas; hasta las constelaciones de estrellas cuyo movimiento sirvió como calendario astronómico. Y la identificación del movimiento de ciertas estrellas y planetas que fueron vinculados a los ancestros mitológicos.
Como toda civilización que se respete, los moches inventaron su propia religión y su propio orden político. Ellos crearon una cosmovisión basada precisamente en la observación del entorno ecológico y su relación con los fenómenos celestiales.
TODO NACIÓ EN EL CIELO
Así sucedió en todas las grandes civilizaciones. Las mitologías y las religiones fueron creadas en base a la observación del cielo y ésta cosmovisión nos gobernó durante miles de años. Los dioses nacieron en el cielo y esa multitudinario panteón no desapareció cuando algunas civilizaciones inventaron las religiones monoteístas y antropocéntricas hace apenas tres mil años y pico (casi nada en el calendario humano). Judíos, cristianos e islámicos celebran fiestas que siguen vinculadas precisamente a solsticios y equinoccios. Pesaq y la Semana Santa, el Ramadán y Rosh Hashanna, Hanuka y la Navidad, y un largo etcétera.
¿Alguien sabe a ciencia cierta el cumpleaños de Jesús? Pero lo celebramos en el solsticio de invierno (en el hemisferio norte) y de verano en nuestro hemisferio sue, es decir, el 24 de diciembre, fecha en que los incas celebraban el Cápac Raymi. La navidad reemplazó las festividades romanas en honor al nacimiento de los principales dioses latinos y griegos (Júpiter y Zeus, respectivamente) cuyo origen, a su vez, surgió precisamente para celebrar el cambio de estación.
Los judíos tienen a la estrella de David, los cristianos a la cruz y los islámicos (otomanos) a la Luna en cuarto creciente coronada con una estrella que podría ser Venus. Todas son imágenes contempladas en el cielo nocturno y adoradas durante milenios. Su poderosa simbología no se ha perdido.
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Los musulmanes dirán que el símbolo lunar no figura en el Corán. Lo cual es cierto, pero durante el esplendor del Imperio Otomano (turco) la Luna y la estrella se difundió por todo el mundo musulmán y hoy en día perdura en algunas banderas de países islámicos. En los países musulmanes la Cruz Roja funciona como la Media Luna Roja. Hasta el inicio del Ramadán se basa en la observación de la Luna. La Meca sigue siendo una ciudad sagrada -como el Cusco- y la Hajj o peregrinación culmina cuando los fieles rondan la Kaaba, una construcción en forma de cubo que alberga una piedra sagrada: un meteorito caído del cielo. Se trata de una piedra negra que, según la portentosa tradición islámica “descendió a la Tierra más blanca que la leche (¿un cometa?) pero los pecados de los hijos de Adán la volvieron negra”.
Y en el libro COSMOS MOCHE vemos que la Luna en cuarto creciente coronada con una estrella son el eje de cuatro portentosos murales conocidos por los arqueólogos como el “muro del tema complejo” o “el muro de los mitos”…
EL BRUJO Y LA LUNA
Lo cierto es que son cuatro muros. Dos descubiertos en el complejo arqueológico de El Brujo, en Magdalena de Cao, al norte de Trujillo. Y otros dos hallados en la Huaca de la Luna (en las afueras de Trujillo y en dirección sur). En el libro COSMOS MOCHE hay un detalle especial: Ambas huacas son equidistantes del cerro Campana, apu tutelar de Trujillo.
Los dos primeros muros fueron descubiertos por Régulo Franco y Pancho Wiese en 1990. Y fue precisamente su hallazgo lo que dio pie a los trabajos arqueológicos en Huaca El Brujo. Hoy en día se trata de uno de los principales atractivos turísticos de La Libertad y su estrella es la Dama de Cao, con sus enigmáticos tatuajes y su ajuar funerario de reina, sacerdotisa y guerrera.
Los otros dos muros fueron desenterrados en la Huaca de la Luna por el equipo dirigido por Santiago Uceda y restaurados por Ricardo Morales. Hoy en día se encuentran mucho mejor conservados.
En ambos casos los muros forman un ángulo de 90 grados y están ubicados en la esquina de un enorme patio ceremonial decorado con imágenes de ídolos mochicas, de danzantes tomados de la mano, y de guerreros que arrastran a prisioneros desnudos.
Yo tengo un recuerdo especial del muro hallado en la Huaca El Brujo. Semanas después del hallazgo visité la zona para armar un reportaje y tuve el privilegio de permanecer casi toda una noche contemplando el bendito muro en compañía de Régulo Franco y otros arqueólogos. Fue una jornada inolvidable en la que nos hicimos las mismas preguntas que hoy en día se hacen todos los turistas que visitan la zona: ¿qué misterioso mensaje esconden los jeroglíficos de este prodigioso mural? ¿sus pictogramas son la prueba de la existencia de una escritura secreta de la élite moche? ¿se trata de una criptografía para determinar una fecha especial en el desconocido calendario moche?
Años después el propio Régulo Franco y Juan Vilela Puelles publicaron “El Brujo, El Mundo Mágico Religioso Mochica y el calendario Ceremonial”, donde se propone que el Muro del Tema Complejo es un calendario ceremonial basado en un análisis de los ritos y ceremonias que figuran en su compleja estructura narrativa. Ya en este siglo, más prcisamente en el 2021, amplió su análisis en el libro Moche, iconografía y cosmovisión. Es una investigación de lectura obligada para empezar a entender el misterioso mensaje oculto en el muro.
Su hipótesis bien merece todo un debate científico. Más aún si consideramos que, junto con el hallazgo de muros similares en la Huaca de la Luna, se trata de un hallazgo que significó un encuentro cercano con la cosmovisión mochica.
ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN
En el libro COSMOS MOCHE el antropólogo Rodolfo Sánchez Garrafa publica el ensayo de interpretación titulado Representación monumental del cosmos en murales mochica; mientras que los arqueólogos Lyda Casas Salazar y Camilo Dolorier Torres titulan su ensayo: Ritos, tránsito a lo sagrado y búsqueda del equilibrio en el mundo moche.
Sánchez propone que los símbolos astronómicos y terrenales son elementos que construyen una compleja cosmovisión centrada en la dualidad andina y en los cambios estacionales relacionados con marcadores astronómicos. Pero va más allá y, luego de analizar cada símbolo existente en el muro, identifica una relación extraordinaria: Los cuatro muros están vinculados con los equinoccios de septiembre y de marzo…
También propone que el muro mayor de la Huaca de la Luna registra el equinoccio de septiembre mientras que el muro menor registra el equinoccio de marzo. Y que en la Huaca de El Brujo sucede todo lo contrario. Es decir, los cuatro muros están íntimamente vinculados a las celebraciones del calendario anual mochica. Es precisamente en marzo y septiembre cuando en el cielo nocturno se dejan ver las constelaciones de Escorpio, Sagitario, Ophiucus y Serpens Caput. Ojo que así las conocemos ahora como herencia de la cosmovisión occidental. Ignoramos cómo fueron conocidas durante el esplendor de la cultura Mochica.
Obviamente no puedo repetir en este blog todo el contenido de la investigación realizada por Rodolfo Sánchez para justificar su hipótesis. Su investigación no se limita a las imágenes astronómicas del muro sino que también nos da nuevas luces e interpretaciones antropológicas, arqueológicas y etnológicas sobre las imágenes de animales, plantas y de los personajes que se pueden ver en el muro.
CIELO DE TRUJILLO
Siguiendo su interesante propuesta -específicamente en el tema astronómico- me provocó husmear el cielo nocturno de Trujillo con el programa Stellarium y no sólo confirmé la propuesta de Sánchez sino que me di el trabajo de buscar en el cielo nocturno todas las fechas en las que se puede ver a la Luna (en cuarto creciente o menguante) coronada o cercana a un planeta, pero con la condición de que la Luna no se vea “inclinada” (como en la banderas de los países musulmanes) sino formando una “U” bien balanceada sobre el horizonte. Y esto sólo se puede lograr cuando la Luna se oculta siguiendo el mismo camino que el Sol, es decir, en los equinoccios.
Pero hay otros detalles misteriosos en el Muro del Tema Complejo. Un ser mitológico porta una enorme soga que termina en una especie de trompeta unida a una Chakana.
Siguiendo los criterios de la investigación de Rodolfo Sánchez, sucede que el cielo nocturno cercano al equinoccio de septiembre muestra en el cielo nocturno las constelaciones de Escorpio, Sagitario, Ophiucus y Serpens Caput, que coinciden bajo la cúpula estelar formada por la Vía Láctea y que termina, hacia la izquierda , en la Cruz del Sur, es decir, en la andina Chakana.
Con éste modelo sólo faltaba buscar una Luna en cuarto creciente que coincida con las fechas. Y en el presente año, más precisamente el próximo 27 de septiembre del 2024 a partir de las 2 de la madrugada se podrá contemplar la luna en cuarto menguante acompañado de Saturno, Júpiter, Urano, marte y, casi al amanecer asomará Mercurio antes que el sol ilumine el nuevo día.
Hasta aquí me bastó para confirmar que la propuesta del libro COSMOS MOCHE tiene un asidero científico comprobable. Pero la curiosidad es grande y en el bendito Muro también se ve que esa Luna en cuarto creciente no sólo está acunando a una estrella (o planeta) sino que está rodeada de otras estrellas…
Juro que por algún instante imaginé que se trataba de Las Pléyades (o Cabrillas) dando vueltas en torno a la Luna en cuarto creciente, pero todo se me vino abajo cuando comprobé –siempre en Stellarium- que durante el equinoccio las Pléyades están pegadas a la constelación de Tauro y bastante alejadas del escenario correspondiente al Muro del Tema Complejo.
Ya iba a tirar la toalla cuando se me ocurrió una última prueba: ¿cuál era el cielo nocturno que pudieron ver los mochicas cuando construyeron el Muro?
Según los cálculos arqueológicos realizados en Huaca El brujo, el apogeo mochica corresponde a una etapa que va del año 100 al 750 de nuestra era. Es decir, ¡650 años! Y no tengo tiempo para buscar el cielo equinoccial correspondiente a más de 6 siglos. De ahí que sólo atiné a marcar el año 750DC y a buscar una Luna en cuarto creciente cercana al equinoccio de setiembre.
Y esto es lo que hallé:
Ese año, más precisamente en una fecha equivalente al 11 de septiembre del año 750, los mochicas y todos los pobladores del mundo andino vieron un fenómeno astronómico poco común: La Luna en cuarto creciente bajo la cúpula de la Vía Láctea y rodeada por Escorpio, Sagitario, Ophiucus y Serpens Caput… pero con 5 planetas en su entorno: Mercurio, Venus, Marte, Saturno y Júpiter. Ojo que estos son los únicos planetas que se pueden ver a simple vista. Debió ser un espectáculo sobrenatural digno de celebrarlo.
Obviamente esa fecha (el 11 de septiembre) no existía en el año 750 pues el calendario gregoriano se impuso a fines del siglo XVI. Pero no hay duda que la conjunción de cinco planetas se produjo en una fecha muy cercana al equinoccio de primavera.
UNA NOCHE INOLVIDABLE
Hoy en día, 1.500 años después del esplendor Moche, la conjunción de planetas sigue siendo un espectáculo sobrecogedor para los humanos. Tengo entendido que la conjunción de tres o cuatro planetas se produce repetidas veces durante un siglo. Pero 5 planetas casi en fila sobre el horizonte y coincidiendo con una Luna en cuarto creciente debió ser una noche inolvidable.
Esa noche pudo marcar una fecha especial para los mochicas que habitaban el valle que hoy en día está ocupado por la ciudad de Trujillo, gobernados por señores que habitaban en las huacas de El Brujo y de la Luna.
Recordé, además, que el arqueólogo japonés Masato Sakai publicó sus cálculos astronómicos realizados en Chan Chan (capital de los Chimú) y postuló que la construcción de sus enormes palacios están vinculados a determinadas estrellas o planetas y a su ubicación con respecto a los cerros tutelares. Entre ellos el cerro Campana y el cerro Blanco, en cuya falda se erigió la Huaca de la Luna (la propuesta demuestra que los andinos también tuvieron algo asimilar al Feng Shui). En su libro Reyes, Estrellas y Cerros en Chimor, Sakai apoya su hipótesis en esas tradiciones norteñas que revelan que los grandes señores o soberanos chimú se creían descendientes de estrellas y/o planetas. Eran sus ancestros. Ese 11-S del año 750 fueron cinco los planetas que rondaron el paso de la Luna en cuarto creciente durante el equinoccio de setiembre y son precisamente 5 los reyes (personajes con corona de oro, porra y/o bastón de mando) que aparecen en el Muro del Tema Complejo de la Huaca de la Luna. Cinco también es el número sagrado según se puede eleer en el Manuscrito Quechua de Huarochirí, donde vemos que el portentoso apu nevado Pariacaca, nació de cinco huevos en un lugar denominado Pishcamarka (cinco cerros).
Los astrónomos del antiguo Perú supieron calcular eclipses y pronosticar el Fenómeno del Niño con sólo contemplar el brillo de las Pléyades. Lograron calcular los movimientos del Sol, la Luna y las estrellas y le dieron una importancia poco común a las sombras oscuras de la Vía Láctea. ¿Ese 11-S del año 750 marcó laguna fecha especial para los moches? ¿El muro advierte el advenimiento de una nueva era para los moches?
Según cálculos astronómicos la conjunción de cinco planetas se da aproximadamente cada 57 años. Considerando además que esta conjunción de 5 planetas coincida con la Luna en cuarto creciente vista en el horizonte en una fecha cercana al equinoccio de septiembre provoca imaginar que se pudo tratar de un marcador para el “siglo” mochica. ¿Un siglo de sólo 57 años?
Dicho sea de paso, es bueno saber que para el 11 de setiembre del año 2040 éste fenómeno se va a repetir en el horizonte.
Dudo estar vivo para entonces pero espero que los muros de las Huacas de El Brujo y de la Luna sigan en pie y no estén invadidos por traficantes de tierras o convertidos en muros decorativos de clubes privados.
Obviamente todo esto es especulación basada en simple curiosidad. Pero son algunas de las cosas que provocaron la lectura de la formidable investigación de Rodolfo Sánchez en el libro COSMOS MOCHE.
Este libro también sirve para satisfacer el creciente interés de los jóvenes por temas como la astronomía y la arqueoastronomía. Deben saber que no hacen falta telescopios ni otros costosos aparatos ópticos para profundizar nuestros conocimientos en esta disciplina científica. Se puede aprender mucho de astronomía a simple vista, pero con la condición de tener un cielo nocturno limpio de luz eléctrica.
No tenemos las condiciones para ser una potencia astronómica pero en el Perú existen numerosos clubes de astrónomos aficionados que deberían profundizar sus investigaciones en arqueoastronomía y se llevarán más de una sorpresa.
Pueden organizar salidas nocturnas para contemplar el cielo e identificar toda esa rica mitología que pobló el panteón de dioses del antiguo Perú. Todas las “huacas” y monumentos arqueológicos fueron diseñados siguiendo alguna guía astronómica. Machupicchu es un enorme observatorio astronómico (recomiendo leer el libro de Johan Reinhard) pero está prohibido visitarlo de noche, cuando deberían aprovechar las visitas nocturnas para contemplar la Vía Láctea vinculada con el curso del río Urubamba, o el movimiento planetario vinculado con algunos picos vecinos. O el paso de la Luna sobre el horizonte cordillerano que rodea a Machupicchu.
La propia ciudad del Cusco también tiene una serie de lugares de origen astronómico. Pero para no ir tan lejos todas las “huacas” de Lima tienen alguna orientación o detalle arquitectónico de origen astronómico. En el equinoccio de marzo el sol se oculta exactamente por la ruta del jirón Callao, en el centro histórico de Lima. Se trata de una calle construida sobre la huella del antiguo camino inca que unía Lima con el puerto del Callao.
En Casma, por ejemplo, está el célebre reloj solar de Chankillo, con sus torres que coinciden exactamente con el movimiento del sol durante todo el año. Ni qué decir Pachacámac, Puruchuco, Pugliana, Huallamarca o los geoglifos aun existentes en los cerros de San Juan de Lurigancho.
En fin, yo me quedo con seguir desentrañando ese mensaje secreto que está escondido en el Muro del Tema Complejo y seguiré contemplando el cielo nocturno para tratar de entender a esos fabulosos sacerdotes-astrónomos que crearon el COSMOS MOCHE.