Un libro para conocer la historia, los destinos turísticos, la creatividad y aporte de dos pueblos del Ande central: VILCA y MOYA, enHuancavelica.
Por Luis Arana Galindo:
“El reino del río turquesa” es una obra de investigación que enfoca el devenir histórico y el presente de VILCA y MOYA, antiguos pueblos quechuahablantes ubicados en la cuenca del río Vilca (de color turquesa), en la región Huancavelica, cuyo estrecho valle traza el límite político, lingüístico y geográfico con la provincia de Huancayo-Junín.
Basado en numerosas y serias fuentes bibliográficas y trabajo de campo, el estudio puntualiza sus cautivantes riquezas culturales y naturales, sus tradiciones orales, la creatividad y profesionalidad de su población.
Tras una pincelada del cacicazgo preinca Asto (de la etnia Anqara), antiguo ocupante de la cuenca del río turquesa (Vilca), repasa la presencia y dominio inca, a finales de su régimen imperial. Glosa, luego, la invasión española y la inhumana imposición virreynal, en cuyos albores traumatizantes Vilca y Moya fueron establecidos como “Reducción de indios”, por lo que, como pueblos, están próximos a cumplir 500 años de creación.
El territorio de los Asto pasó a formar parte de la “encomienda” de Amador de Cabrera (situación en que la extensión no interesaba sino la cantidad de indios tributarios). Este español les impuso trabajos forzados (bajo el sistema de mitas) en la inmensa cantera de mercurio “Santa Bárbara”, más conocida como la “mina de la muerte”. Por ello, los Asto propiamente desaparecieron.
En su tiempo, esta mina y la de Potosí (de plata, hoy en Bolivia) situaron a España como el reino europeo más rico del mundo.
En el sangriento proceso de independencia, especialmente en el quinquenio previo a la batalla de Ayacucho, VILQUINOS y MOYANOS de nuevo cuño ofrendaron heroísmo y sangre, ya como soldados, montoneros, guerrilleros. Líderes locales de esta decidida participación fueron Matías Sáenz, en Vilca, y Santiago Castro, en Moya.
¿La etapa republicana? En “EL REINO DEL RÍO TURQUESA” sostenemos que para Vilca y Moya el cambio del sistema colonial al republicano no trajo nada positivo ni alentador. Confinados en su rincón de un pliegue andino, supervivieron por sí solos. No hay nada que se pueda destacar ni celebrar. O, quizás, a lo lejos, a un margen geográfico, el traqueteo del “Tren Macho”.
Es más, creció la secular división de “nosotros”, que gobierna el país ya 200 años, y los “OTROS”, la masa campesina e indígena. Se mantiene así un régimen injusto, clasista y racista. ¿Una muestra en Vilca?: la conmoción jurídico-social que desató la muerte, al puro estilo “Fuente ovejuna”, del bandolero David Pacheco, en 1950.
Unos sesenta años de avance dizque republicano llegó al Perú y, por ende, a la cuenca del río Vilca, una nueva tragedia: la catastrófica Guerra con Chile, cuyas fuerzas militares se ensañaron principalmente con todos los pueblos de la región central de los Andes.
Vilca y Moya se armaron nuevamente de valor y coraje. Al mando de sus líderes locales, sus bravos montoneros, guerrillas y soldados se enfrentaron inclusive a la rapiña y traición de hacendados y políticos. En no menos de cinco años, estas fuerzas pueblerinas apoyaron con todo lo que pudieron a “Tayta” Cáceres en tenaz lucha por expulsar a los chilenos. En este contexto surgió el legendario héroe vilquino: Pedro Vaquero.
Y, no hace mucho, a fines del siglo pasado (1980-2000) también soportamos la nefasta Guerra interna desatada por dos letales enemigos: el grupo terrorista Sendero Luminoso y las endiosadas y “pacificadoras” Fuerzas Armadas.
El resultado de las dos décadas de lucha fratricida fue de locura: miles de desaparecidos, muertos, apresados, torturados y un cúmulo de violaciones de los derechos humanos, así como el consecuente éxodo de quienes pudieron escapar. Por eso, hoy, estos pueblos sobreviven aún despoblados y fantasmales.
Pero, “EL REINO DEL RÍO TURQUESA” no es solo una retrospección histórica de Vilca y Moya. Constituye también tangible muestra de sus singulares y distintivas características.
La cuenca del río Vilca (el antiguo Willkamayu) conforma la provincia de Huancavelica y allí se asientan los pueblos de Vilca y Moya. Es el límite natural, político y lingüístico con la provincia de Huancayo-Junín. La primera es de habla quechua Chanka (ayacuchano) y la segunda, de quechua Wanka.
El Willkamayu, en su recorrido de 30 kilómetros luce un encantador color turquesa (de allí el nombre del libro) especialmente entre los meses mayo-octubre. Es el mayor afluente del río Mantaro, cuyo vértice de confluencia separa tres provincias: Huancavelica, Tayacaja y Huancayo.
Desde el siglo XVII, la mayoría de su población es mestiza y blanca, de apellidos hispanos. La pregunta es: ¿por qué se asentaron los españoles a pesar que no hubo oro ni plata que tanto ambicionaban?
Vilca y Moya son poblacionalmente distritos pequeños. Sin embargo, lucen cual canteras de profesionales que hacen patria en Huancayo, Lima, selva central y en el extranjero. No resulta jactancioso calificar a Vilca de “histórico y manantial de intelectuales” y Moya, de “cuna de intelectuales”.
Vilca cuenta con una excepcional riqueza turística aún no explotada. ¿Ejemplos?
a) Los sombrosos y gemelos puentes naturales de Warichaka, Que se sepa, son los únicos caprichos de la naturaleza en el Perú y quizás en el mundo.
b) Otros excepcionales imanes turísticos de Vilca son: el propio río turquesa y sus campiñas, el semitúnel de Turumanya, la poza de aguas termales de Aywicha, los miradores de Jarragán y San Cristóbal y la docena de sitios arqueológicos, que lucen punturas rupestres, cuatro de los cuales ya fueron declarados “Patrimonio Cultural de la Nación”.
Sin duda, el recorrido histórico y estas características distintivas llenan de orgullo a hijos y descendientes de Vilca y Moya, y, por qué no decir, de la región Huancavelica y del Perú. Y no les faltará razón. Y “El reino del río turquesa” los hará recordar siempre.