Roberto Ochoa Berreteaga
Este viernes 20 de septiembre se presenta en Trujillo el libro Paiján/Cupisnique, del arqueólogo Raúl Deza Rivasplata, con reveladora información del paleolítco norteño.
Entre incendios forestales y señales del cambio climático global, una sequía histórica provocada por la tala indiscriminada y la extensión de la frontera agrícola fue suficiente para que, en menos de dos años, surja un enorme desierto en medio de la Amazonía brasileña. Así de simple y así de grave: el nuevo “Sahara brasileño” ya provocó el desplazamiento de medio millón de personas, incendios apocalípticos y el reemplazo de botes y pequepeques por motocicletas y camionetas de doble tracción que ahora circulan por las ardientes arenas de lo que fue el curso de un enorme río amazónico.
Este nuevo desierto surgido de la noche a la mañana tras una sequía del fin del mundo le da la razón al arqueólogo peruano Raul Deza Rivasplata cuando afirma que los desiertos del litoral peruano no son espacios vacíos carentes de vida y de información. Todo lo contrario. Desde la publicación de su libro Cuando los desiertos eran bosques, Deza sostiene la hipótesis que “hace diez mil años la costa peruana fue una franja boscosa regada por ríos de cuencas que nacían entre los 15 y los 45 kilómetros del actual litoral. Fueron bosques que desaparecieron por la escasez de agua que provocó un acelerado proceso de deforestación…”.
Esto lo ha comprobado desde que, hace ya varias décadas, eligió el desierto de Paiján/Cupisnique, en la región La Libertad, como epicentro de sus investigaciones del paleolítico peruano: “el desierto conserva suficientes indicadores de una megafauna desaparecida y culturales como aldeas y caminos de hace cuatro mil años, con restos de edificaciones, áreas agrícolas y kilómetros de canales de regadío”, sostiene Deza.
Pero Deza no va solo. Forma parte de un grupo de investigadores que comparten su pasión por el desierto: el geógrafo Zaniel Novoa Goycochea. La antropóloga forense Florencia Bracamonte Ganoza. El ingeniero y paleontólogo Jorge Luis Gamarra Gamio. El médico Henry Malca Pérez y el empresario y agricultor Ricardo Rodríguez Razzeto, que conoce el desierto como la palma de su mano. Desde España, los acompaña un entusiasta investigador: Antonio Candela Aznar, experto en la talla e identificación de artefactos paleolíticos.
Además de la reveladora información científica que tiene el libro Paiján/Cupisnique, La lectura del desierto, sorprenden las imágenes de la finas piezas líticas halladas durante las largas jornadas de exploración y excavación en el desierto norteño. Una colección que permanece a buen recuado en los laboratorios de la Universidad de Trujillo.
Para el equipo de exploradores que acompaña a Deza, el desierto de Paiján es el parque paleolítico más importante del Perú, por eso es que están avanzando las gestiones para oficializarlo como área natural protegida.
Lo cierto es que en los más de 50 mil hectáreas del Paiján/Cupisnique se conservan cinco zonas pleistocénicas con asentamientos huamnos. También se identificaron fósiles de la flora y fauna pleistocénica ahora desaparecida, y es un espacio de estudio social para comprender os efectos del cambio climático. En resumes es, a decir de Deza, “un laboratorio natural de investigación que trasciende la ciencia”.
Pero lo mejor es leer el libro que pronto estará en las librerías más importantes del país y ya se puede conseguir en librerías virtuales. La presentación será este viernes 20 de septiembre (víspera del equinoccio de primavera) en los ambientes de la Sociedad de la Beneficiencia, sito en jirón Independencia 419, centro histórico de Trujillo.