Texto y fotos de Roberto Ochoa Berreteaga
Pueden haber pasado cuatrocientos veintitantos años de su publicación, pero el Manuscrito Quechua de Huarochirí sigue generando polémicas y buenas publicaciones. Si el apu nevado Pariacaca fue reconocido en la fastuosa inauguración de los Juegos Panamericanos 2019 (*) fue gracias a que sus ritos y tradiciones fueron eternizadas en el Manuscrito y en todas las publicaciones que aportan a su entendimiento
Prueba de ello es el libro “Sobre la vida de los antiguos hombres de este pueblo llamado Huarochirí” Voces, seres y lugares del Manuscrito, editado por Celia Rubina y Carmela Zanelli bajo el sello editorial del binomio IFEA-Fondo Editorial PUCP. Lo mejor, empero es resaltar que se trata de una obra más de la Colección Estudios Andinos, dirigida por Marco Curatola Petrocchi, y con esto basta y sobra para garantizar que la obra no tiene pierde.
En primer lugar, la inclusión de dos ensayos de Gerald Taylor ya es un homenaje a este peruanista recientemente fallecido que dedicó medio siglo de su vida al estudio del Manuscrito, publicando además una erudita e impecable traducción que sirve como base a la mayoría de los ensayos del libro. En lo personal me trae el recuerdo de una jornada inolvidable cuando lo invité a participar en la Huayrona (elección de autoridades comunales) de San Andrés de Tupicocha, en la provincia limeña de Huarochirí. Recuerdo que Taylor la pasó mal por la hipoxia pero, pese a su avanzada edad, eso no fue impedimento para que diera rienda suelta a su curiosidad y asombro al comprobar cómo los ritos y tradiciones de Huarochirí se habían congelado en ese poblado ubicado tan cerca y tan lejos de Lima Metropolitana. El viaje mereció una crónica publicada a fines del siglo pasado en la revista Andares.
El primer ensayo de Taylor ronda en torno a un enigmático personaje del Manuscrito de Huarochirí: Cristóbal Choquecaxa. El peruanista insiste en el dabate y amplía sus razones por la que Choquecaxa no puede ser el autor del Manuscrito… en abierta polémica con Alan Durston quien, en otro ensayo, da nuevas luces sobre sus razones para afirmar lo contrario. Ambos escritos tienen argumentos tan valiosos y bien sustentados que da pena comprobar que Taylor ya no esté en este mundo para enriquecer la polémica.
Otro personaje clave del Manuscrito es el padre Francisco de Ávila, un extirpador de idolatrías cusqueño que cumplió con demasiado fervor su deber, casi hasta lograr exterminar el antiguo culto al apu nevado Pariacaca y su par Pachacámac. Fue tan prolijo que los campesinos huarochiranos le entablaron un juicio que llegó hasta la Corte española. En contraparte, Ávila tuvo la sabiduría de mandar escribir todo lo que hacía -y en runasimi- dejando a la posteridad un libro que para muchos historiadores es “la biblia de la cosmovisión andina”. En el ensayo “Soy persona de letras y que las profeso”, Pedro Guibovich Pérez enfatiza la erudición de Ávila, al describir su portentosa biblioteca, su afición por la historia, la geografía, la flora, la fauna, la organización política: “no sólo fue un extirpador de idolatrías, sino un personaje atento a la cultura de su tiempo”, nos dice el autor del ensayo. Se revela además su pasión bibliográfica y su enorme interés etnográfico: “Los indios tienen sacerdotisas, tienen profetas, tienen oráculos, tienen tantas y tantas cosas que me he visto obligado a componer un libro entero sobre ellos “Falque, 1987, p. 150)”.
En ese inolvidable viaje a Tupicocha con Gerald Taylor, recuerdo una charla que me siguió para siempre: los idiomas que se hablaban en Yauyos y Huarochirí. Recuerdo, además, su convencimiento de que pudo existir un idioma de mujeres, ya extinguido. Años después, recordé este detalle cuando un cable de una agencia de noticias revelaba el fallecimiento de la última mujer que hablaba un idioma femenino en China. Precisamente, ¿En qué idioma se escribió el Manuscrito de Huarochirí? Es el título de segundo ensayo de Taylor, sabiamente complementado con una actualización del Dioses y héroes de Huarochirí donde el lingüista Rodolfo Cerrón-Palomino revela la etimología de ´Huarochirí´, ´Coniraya´, ´Pariacaca´, ´llocllayhuancupa´, ´Huallallo Carhuincho y ´Tutayquiri´. Personalmente debo admitir mi asombro al descubrir la explicación del topónimo de la provincia limeña.
Otro ensayo más que revelador es El motivo “seducción” en el Manuscrito de Huarochirí, escrito por Enrique Ballón Aguirre, donde me maravilló el sofisticado mito que da nacimiento a lo que hoy en día se denomina la “siembra de agua” que está provocando toda una transformación agraria en Huarochirí y en otras provincias andinas del Perú.
Un tema que merecería la publicación de todo un libro es Construyendo la provincia de Huarochirí-Interacción y ritual en la organización de Huarochirí durante los períodos tardíos; escrito por la arqueóloga Carla Hernández Garavito. Si este estudio me tocó en el alma fue porque me hubiera encantado que existieran estas investigaciones arqueológicas cuando recorríamos todos los pueblos que aparecen en el Manuscrito para dedicarles reportajes en la revista Andares. Tupicocha, Cinco Cerros, San Damián de los Checa y los Conchasica, Lahuaytambo y un largo etcétera guardan celosamente los restos arqueológicos que aún faltan descifrar. Y creo que el estudio de Hernández es el primer gran paso en esta deuda arqueológica con la provincia natal del Dr. Julio C. Tello. Hernández propone que el Manuscrito no sólo es la historia local de una comunidad, sino también una historia local del imperio inca. También sostiene que “con la reorganización de las comunidades locales, los incas buscaban construir una provincia estandarizada que pudiese ser fácilmente reconocida por la administración central del imperio”. Propone, además, que la clave para esta política imperialista incaica “fue la redefinición del sistema ritual local y su reconfiguración dentro de la política imperial de parentesco ficticio de las huacas”.
Y ya que hablamos de arqueología, no podemos dejar de mencionar el informe de Zachary J. Chase, directora del proyecto arqueológico Huarochirí Lurín Alto. Más allá de su minuciosa investigación que, entre otras revelaciones (y provocaciones), demuestra que los restos arqueológicos en la zona de San Damián y Llacsatambo no coinciden con los relatos míticos del Manuscrito; me gustó leer su reconocimiento a la historiadora Karen Spelding como la verdadera pionera de la historia de Huarochirí y su Manuscrito. Recordando, además, que fue Spalding quien proveyó a José María Arguedas con la transcripción paleográfica del Manuscrito.
“¿Quiénes son los hijos de Pariacaca?”, se pregunta Sarah Bennison e un revelador ensayo donde hace incapie en el papel casi fundacional del distrito San Damián de los Checa y los Conchasica en la génesis del Manuscrito.
A su turno, no podía falta una investigación de Frank Salomon, quien nos describe con su ya célebre rigurosidad académica y sus detalladas investigaciones el antes y el ahora del distrito de San Andrés de Tupicocha y el no casual interés de su población por llevar detallados libros que podrían estar vinculados a la tradición de quipucamayoc. El ensayo de Salomon me hizo recordar una entrevista que le hice hace varios años, donde me reveló que Tupicocha fue quizás el único poblado andino del Perú que no tenía analfabetos cuando se realizó el primer censo, en los primeros años del siglo XX. Esta tradición alfabetizadora de su población adulta pudo tener relación con su tradición en el manejo y elaboración de quipus.
Por todo esto ya tengo mi primer candidato como libro del año 2024. Va mi reconocimiento a sus editoras (ambas también publican sendos ensayos) y a esa tradición de la Colección Estudios Andinos en publicar libros de lectura obligada para querer más a nuestra patria.
(*) https://www.youtube.com/watch?v=B3fZnCk94Sc