
ANNY PECK Y LAS “CALCULADORAS” GRINGAS. HAZAÑAS FEMINISTAS EN AREQUIPA
En el Día Internacional de la Mujer un homenaje a una deportista y varias científicas estadounidenses pioneras del feminismo que coincidieron en Arequipa hace poco más de cien años.
Por Roberto Ochoa Berreteaga
Poco antes del descubrimiento científico de Machupicchu, Hiram Birgham exploró varias zonas del sur andino y decidió ser el primer montañista gringo en ascender al Coropuna, un volcán nevado arequipeño que, hace más de un siglo, era considerado la montaña más alta de América.
Birgham logró su objetivo pero debemos imaginar su desazón cuando al coronar la cumbre se dio con que estaba instalada una bandera con el lema “vote for woman” colocada por la Anny Peck, un gringa pionera del montañismo y militante de la causa feminista. Ella se había graduado como arqueóloga en Grecia pero se dejó llevar por la pasión de su vida: el montañismo. Primero en las cordilleras europeas para luego incursionar en nevados y volcanes de todo América. Teimpo después, Peck también pasó a la historia como la prim,era mujer en ascender al nevado Huascará, en Áncash.

Todo esto sucedió poco antes de 1911 pero pocos años antes, también en Arequipa, otras gringas demostraban que nada tenían que envidiar de sus pares masculinos.
Desde fines del siglo XIX, la Ciudad Blanca contó con el observatorio astronómico más avanzado del mundo. De sus observaciones surgieron las primeras pruebas tangibles que validaron la teoría del origen del Universo.

Sabemos también que la primera gran prueba no teórica que dio pie a la expansión del universo la sostuvo Edwin Hubble, considerado el padre de la astronomía estadounidense -de ahí que el telescopio espacial lleva su nombre. Pocos saben, empero, que Hubble basó su explicación en la observación de las placas fotográficas de vidrio tomadas en el telescopio de la ciudad de Arequipa. Ëstas placas fueron analizadas en Arequipa y en Harvard por un selecto grupo de mujeres a las que bautizaron “las calculadoras”.
La historia empezó a fines del siglo XIX cuando la Universidad de Harvard decidió instalar un telescopio de vanguardia en algún lugar de la costa occidental de América del Sur. Hoy sabemos que el mejor lugar es el desierto de Atacama, en Chile, pero en 1889 el científico Solon I. Bailey descartó el desierto chileno por su escasa infraestructura y viajó a Perú, donde el entonces presidente Andrés Avelino Cáceres lo convenció para instalar el telescopio en Chosica. Las lluvias de temporada, el exceso de nubosidad y los huaicos propios del Fenómeno del Niño obligaron a cambiar la sede del telescopio y se mudaron al mirador de Carmen Alto, en el distrito arequipeño de Arequipa.

Fue ahí donde el poderoso telescopio Bruce de 24 pulgadas -la joya de la tecnología astronómica de la época construido gracias al aporte financiero de una joven millonaria estadounidense- empezó a fotografiar el cielo desde febrero de 1896. Desde entonces miles de placas de vidrio fueron iluminando la ciencia astronómica.

Si bien el cielo arequipeño era mejor que el de Chosica, los científicos gringos no calcularon el temperamento explosivo de los arequipeños. En la revolución de 1895 que derrocó a Cáceres, Bailey y su familia fueron tomados prisioneros y acusados de “rebeldes” cuando se disponían a tomar su barco en el puerto de Mollendo. El líder rebelde era el célebre Nicolás de Piérola, quien luego fue invitado a una cena por los científicos gringos para explicar sus investigaciones y ganar el favor del nuevo mandatario.
Satélites y calculadoras
Más allá de las anécdotas revolucionarias, el telescopio siguió funcionando y Bailey logró registrar más de 300 conglomerados globulares.
Gracias a las placas fotográficas que llegaban por cientos a la Universidad de Harvard, en 1899 Willian Pickering logró descubrir el satélite Phoebe -la novena luna de Saturno. En 1901 y 1902, desde el telescopio arequipeño se descubrieron los asteroirdes 475 “Ocllo” (en honor a la esposa de Manco Capac), 504 “Cora” y 505 “Cava”. Fueron los primeros asteroides bautizados con nombres de origen quechua.
Tanto en el observatorio de Carmen Alto como en las instalaciones de la Universidad de Harvard, en EE.UU. las placas fotográficas de vidrio eran supervisadas por un grupo de mujeres estadounidenses conocidas como las “calculadoras”, todas ellas de exquisita formación matemática y física pero que por ser mujeres -perjuicios de la época- no merecían el título de astrónomas. Una de ellas, Henrietta Leavitt (1868-1921) analizando las imágenes de la Nube de Magallanes estableció la relación período-luminosidad de las estrellas Cefeidas. Su hallazgo fue utilizado por Edwin Hubble para demostrar la expansión del Universo, otorgando una prueba tangible para la posterior Teoría del Big Bang.
Con estas placas fotográficas también se logró una placa espectográfica de una supernova, la primera descubierta por una mujer.
De 1918 a 1922, el Observatorio de Carmen Alto fue dirigido por el científico peruano Juan E. Muñíz, quien trabajó durante 20 años en el mantenimiento de los telescopios y su sofisticado instrumental. Muñíz inventó una conexión eléctrica que sincronizaba los relojes ecuatoriales. Fue patentado como la “conexión Muñíz” en honor al peruano.
Años después, la Universidad de Harvard cerró el observatorio de Carmen Alto y todo el instrumental fue trasladado a una estación en Sudáfrica. En Harvard quedaron más de cien mil placas fotográficas tomadas en Arequipa. El observatorio de Carmen Alto sirve hoy como depósito de una asociación benéfica.
Este observatorio que marcó un antes y un después en el avance de la astronomía en el mundo quedó en el olvido hasta comienzos del siglo XXI, cuando un grupo de científicos peruanos y extranjeros iniciaron una campaña para declararlo Patrimonio Científico de la Humanidad.