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MISTERIOS DE LA POTENCIA MUNDIAL

Se trataba de una muestra que exhibía una variedad de nacimientos que datan desde los períodos virreinal

Patricias Salinas Oblitas


No voy a hablar de todos los problemas por los que atraviesa la ciudad Capital, me voy a referir solo al Centro Histórico, a donde llegar es una odisea porque casi todos los accesos están cerrados “por obras”. Al tercer intento (los dos anteriores tuvimos que darnos la media vuelta después de casi dos horas en las que hasta Waze se volvía loco buscando rutas de acceso), llegamos al Palacio Municipal a las 5.15 p.m. para ver la exposición “Oro, incienso y mirra: el nacimiento en el Perú”, que el alcalde Rafael López Aliaga había organizado.



Se trataba de una muestra que exhibía una variedad de nacimientos que datan desde los períodos virreinal, republicano temprano y, también, de creación contemporánea por artesanos de hoy, haciendo un recorrido por esta tradición. Sonaba interesante, pero cual sería nuestra sorpresa cuando llegamos y nos dijeron que la atención era solamente hasta las 5 de la tarde ¿Una exposición solo hasta las 5 de la tarde? Supongo que López Aliaga solo ha pensado en gente que no trabaja o que lo hace por el Centro. No se entiende otra lógica.



Ya en el Centro Histórico, con todo lo que nos había costado llegar, decidimos recorrer los nacimientos de las iglesias, las que felizmente sí estaban abiertas, pues, al parecer, los curas no son tan burocráticos como los trabajadores de la Municipalidad y saben que, por lo menos en las fiestas “navideñas” que se cuentan hasta la bajada de Reyes, la gente tiene la inquietud de disfrutar de los “Misterios”, por lo que mantienen las puertas abiertas hasta las 8 de la noche.



Estábamos a pocos metros de la Basílica Catedral, así que fue la primera en la lista, pero no fue tan fácil, ya que no se podía transitar por la Plaza Mayor (para variar, estaba cerrada) y había que ir por las calles aledañas, donde, obviamente, se formaban tumultos. Llegamos, por un minuto pensamos que iba a ser otra decepción, ya que en la entrada nos dijeron que el ingreso tenía un costo de 30 soles y que solo sábados y domingos a la hora de las Misas se podía entrar a rezar libremente (vaya que nos la ponen difícil a los católicos, con razón tanta gente se vuelve evangélica), pero alguién nos dijo que había una entradita especial para ver el Nacimiento y tenerlo frente a nosotros, a esas alturas, resultaba casi un milagro ¡Aleluya, aleluya!


Al costadito se encuentra la Parroquia del Rosario, con un nacimiento que para mi gusto, era el más lindo: más original y más imponente que el de la Catedral. Incluso con una lagunita de peces vivos. Luego seguimos hacia Santo Domingo, muy simplecito, la verdad y dejamos para el final la Iglesia de San Francisco de Jesús, El Grande, más conocida, simplemente, como San Francisco que tenía una representación bastante extraña en la que el Santo formaba parte del Nacimiento, con hábito marrón incluido. Mucho más bonito era el de la Iglesia vecina (recientemente restaurada) Nuestra Señora de la Soledad: fondo rojo y figuras con pan de oro representado básicamente la Sagrada Familia, pero con el detalle que María tiene a Jesús sobre su regazo, algo no muy usual.












Hasta ahí, la visita navideña, pero algo que me sorprendió mucho y que no puedo dejar de mencionar y es que durante todo el recorrido no habían tachos de basura como solía haber en cada cuadra de las distintas calles. Solo encontramos uno en jirón Carabaya, oh casualidad, frente a la PCM (Presidencia del Consejo de Ministros) y si ni siquiera se puede mantener las calles limpias ¿cómo don Rafael López Aliega piensa convertir a Lima en potencia mundial?




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