UN HALLAZGO EXCEPCIONAL: LA VIRGEN “ABRIDERA” DE MIRACOSTA
En el poblado de Miracosta, provincia de Chota, Cajamarca, se conserva una de las más excepcionales imágenes marianas que existen en el Perú y que esconde un secreto en su interior
Dr. Ricardo Morales Gamarra
Universidad Nacional de Trujillo y Patronato Huacas del Valle de Moche
En la iglesia de este lejano y casi inaccesible poblado, a casi 3000 metros de altura, durante cientos de años, resistiendo guerras, levantamientos, plagas y gobiernos de todo tipo, ha sobrevivido una imagen de la Virgen María a todas luces extraordinaria y de enorme belleza.
El milagro de su preservación se debe a una ferviente feligresía y una cofradía de devotos, así como los sacerdotes que han tenido a su cargo esta parroquia posiblemente desde el siglo XVII, y que han atesorado con infinito cuidado la hermosa y singular imagen de la virgen. Hoy este frágil legado está en las manos y el cuidado del P. Oscar Soriano, párroco de Miracosta.
Como suele suceder con estas imágenes devocionales (la virgen de Candelaria en Puno, o la virgen de Otuzco) se trata de una escultura de mediano tamaño, de 1.40 metros, tallada en madera, policromada y decorada con una fina capa de pan de oro. Con el transcurrir del tiempo, y seguramente para esconder su gran valor, la estatua fue repintada, escondiendo a los ojos de los curiosos y a la codicia de los saqueadores, su verdadera belleza, singularidad y valor.
La Virgen de Miracosta, que a primera mirada no parece nada especial, esconde un secreto en su interior: Un pequeño mecanismo permite abrir y desplegar la falda y el pecho de la imagen, (de ahí su condición de “abridera”) y revela dos cuerpos adicionales, formando una suerte de tríptico o retablo decorado en relieve y pintura con imágenes bíblicas de gran belleza.
En el Perú solo existe otra “Virgen Abridera” semejante en la iglesia de Sacsamarca, provincia Huancasancos, Ayacucho, que ha sido estudiada por Raúl Mancilla y Rigoberto López (1997). En otros países católicos estas vírgenes también son escasas y han sido llamadas por los especialistas europeos “Vírgenes abrideras”, “Schreinmaddona”, “Vierge ouvrant” o “triptych Virgin”. En México solo se conocen dos casos de vírgenes abrideras.
La imagen presenta en el interior -al separar y abrir las manos y brazos, girando las cuatro bisagras hacia los costados- dos puertas que configuran las calles laterales del retablo, que acompañan a la central, más amplia. La vasta iconografía desarrollada en este reducido espacio responde al orden geométrico de un retablo, organizado en tres cuerpos y tres calles. En el cuerpo inferior, calle central, se observa en relieve a santa Ana y san Joaquín, frente a frente, de rodillas y orantes. De sus cuerpos emergen ramas verdes que, enlazadas, se dirigen hacia arriba con frondosos racimos de vides y querubines, que terminan en una custodia, símbolo de la Eucaristía. En la calle izquierda se ubica el Huerto o Jardín Cerrado (Ortus conclusus) y en la calle opuesta, la Ciudad (Civitas Dei). Ambas letanías lauretanas o invocaciones marianas representadas con frecuencia en el tema de la Inmaculada Concepción.
En la sección media de la calle izquierda está la imagen de san Pedro apóstol, arrodillado, con una llave en la vara de la cruz pontificial que sujeta con la mano izquierda. En la opuesta, San Pablo, portando un libro cerrado y la espada (atributo de su martirio), que sostiene con la mano izquierda sobre su pecho.
Debajo de ambos personajes aparecen dos querubines. Dos imágenes que destacan a pesar de sus reducidas dimensiones son la representación del Sol (Electa ut sol) y la Luna (Pulchra ut luna), dos invocaciones adicionales que definen el carácter mariano del tríptico. La composición termina con la Santísima Trinidad en la sección superior. Jesús sedente y en gesto de bendición a la izquierda y el Padre Eterno a la derecha. Debajo de ambos, sendos querubines, y, finalmente, el Espíritu Santo sobre la custodia, flanqueado por dos querubines.
Una cuestión final es la serpiente, puesto que implica una interpretación muy basta. La serpiente es un personaje recurrente en la simbología de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, nos llamó la atención que, en esta versión, el reptil presentaba tres cabezas, (¿una posible quimera?). Los recuerdos de doña Imelda Cabrera y su sobrina Magaly Manay, vecinas de Miracosta, catequistas y celosas guardianas de la iglesia, además de haber sido nuestras amables anfitrionas, refieren que fueron siete cabezas y que aún conservan una de las 4 que se quebraron. ¿Serán acaso una referencia a los siete pecados capitales? Una valiosa muestra para identificar su tipología y posible procedencia de la imagen.
Queda el compromiso de presentar un trabajo académico que detalle las características y que interprete la Virgen de Miracosta en el contexto teológico y social en que fue concebida. Adicionalmente, existe el inmenso y urgente compromiso de devolver a la virgen toda su belleza a través de un trabajo de restauración prolijo y diligente.