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¡¡¡HABEMUS CHICLAYO!!!

Cuando todo se daba por perdido, el padre Robert Francis Prevost nos hizo recordar que Dios es peruano y, en su primer discurso urbi et orbi como flamante papa León XIV, rompió los sacros protocolos de El Vaticano y mandó un saludo en español-peruano a su querida Diócesis de Chiclayo.


Roberto Ochoa Berreteaga


En 1987 el Perú se desangraba por la guerra interna y la terrible crisis económica provocada por el Gobierno de Alan García Pérez. En medio de tanta desgracia solo se produjo una buena noticia como para demostrar que Dios es peruano: el descubrimiento de las tumbas reales del Señor de Sipán por el equipo de arqueólogos dirigidos por Walter Alva.


Si Machupicchu fue el impulso para el desarrollo del turismo en el sur andino y los geoglifos de Palpa y Nasca para el sur costeño, así también el hallazgo del Señor de Sipán marcó un antes y después en el desarrollo del turismo regional norteño.


Primero se denominó Circuito Turístico Nor-Oriental, con la inclusión de Piura, Tumbes, Cajamarca, Chachapoyas y su emblemática Kuélap. Pero con el nuevo siglo quedó demostrado que era un proyecto demasiado ambicioso y de difícil acceso (hasta la fecha). Por eso se redujo al denominado Circuito Moche (La Libertad y Lambayeque), que incluye los monumentos y museos de las Huacas del Sol y de la Luna, Chan-Chan, el complejo arqueológico de El Brujo, San José de Moro y la red de museos lambayecanos: el de las Tumbas Reales del Señor de Sipán, el Museo Brüning y los museos de sitio de Sicán, Túcume, Chornancap y Huaca Rajada.


Así como Machupicchu es el corazón de piedra que hace latir al sector turismo en el Perú, así también creó una conciencia nacional como pacarina u origen mítico de la peruanidad. Algo similar sucedió en Lambayeque. El hallazgo de las tumbas en Huaca Rajada resucitó el esplendor de la portentosa civilización Moche y generó todo un proceso de concientización local. De pronto, el Señor de Sipán se convirtió en patrón jurado de Lambayeque. Ahí está la Universidad Señor de Sipán, el museo de las Tumbas Reales del Señor de Sipán (uno de los pocos con un local diseñado exclusivamente para ser museos) la farmacia Señor de Sipán, el mercado Señor de Sipán, la iglesia de los Apóstoles del Señor de Sipán, etc..


Hoy en día, Lambayeque es la región con la mayor cantidad de museos per cápita, tiene un buen aeropuerto y mejores hoteles y restaurantes. Por si fuera poco, Lambayeque es el epicentro de los esfuerzos por resucitar el idioma Mochica y el mercado de Chiclayo destaca como resguardo y oferta de la ancestral medicina tradicional.


Todo eso sin contar el prodigioso sincretismo de la religiosidad norteña que conmovió al ahora papa León XIV y los convenció para nacionalizarse peruano. Sólo en Lambayeque tenemos medio centenar de festividades religiosas al año, que van desde el Niño Dios de Reyes, hasta la fiesta de la Inmaculada Concepción, pasando por peregrinaciones de gran atractivo turístico como la Santísima Cruz de Chalpón, o la Virgen de los Dolores (patrona de Chiclayo) o la Santísima Cruz de Úcupe, o la Virgen Viajera y el Corpus Christi.


Pero -siempre hay un pero- el flagelo de la delincuencia, las extorsiones, las informalidad, el narcotráfico, la minería ilegal, el tráfico de terrenos, las invasiones y la carencia de autoridades competentes han afectado gravemente el desarrollo del turismo local.


Chiclayo, capital de Lambayeque, siempre fue una ciudad fea y desorganizada, pero hoy en día luce también sucia e insegura: Cuando despegan o aterrizan los aviones se puede contemplar los muladares ubicados en las afueras de la urbe. Ni qué decir cuando se llega por tierra. Desde la Panamericana Norte ya se ven las toneladas de basura decorando la autopista. Su plaza mayor debe ser una de las más feas del Perú y la vecina Lambayeque, que pudo ser el espacio bohemio, cultural, turístico e histórico (algo así como el Barranco de Chiclayo) hoy en día luce urbanizado a la mala, con sus antiguos edificios en ruinas, invadido por mototaxis y vendedores ambulantes, pese a que alberga a dos de los principales museos del Perú.


Cuando todo se daba por perdido, el padre Robert Francis Prevost nos hizo recordar que Dios es peruano y, en su primer discurso urbi et orbi como flamante papa León XIV, rompió los sacros protocolos de El Vaticano y mandó un saludo en español-peruano a su querida Diócesis de Chiclayo.

Ahora la mesa está servida para resucitar el esplendor perdido del Circuito Moche, ésta vez, con Chiclayo como epicentro. La diferencia es que no solo debe limitarse a su glorioso pasado prehispánico, sino a ofrecer una oferta cultural contemporánea que resulte atractiva para los turistas. Desde un festival de cine documental hasta uno de juegos para computadoras inspirados en el Señor de Sipán o en la Dama de Cao.



Los balnearios, caletas y puertos del norte peruano tienen un inmenso potencial turístico. Trujillo y Chiclayo cuentan con buenos aeropuertos y todo apunta a la mejora de sus hoteles y otros servicios básicos. Y tienen a su favor la portentosa gastronomía norteña. En Trujillo están en condiciones de ofrecer una oferta cultural más variada con, por ejemplo, mejoras en el Festival de la Marinera, La Fiesta de la Primavera o su Feria del Libro. También podría crearse el circuito León XIV que integre Piura, Lambayeque y La Libertad.


Ni qué decir el impulso a la casi clandestina existencia de galerías de arte, cafés literarios o festivales de cine. Y si esto pasa en Trujillo, imaginemos lo que sucede en Chiclayo. Ambas ciudades, empero, gozan de buenos presupuestos y del creciente interés de los inversionistas. Chiclayo y el vecino Lambayeque aun albergan un temperamento como para convertirse en epicentro cultural de la región. Es sede de dos emblemáticos museos, ha sabido conservar casonas virreinales y republicanas, ostenta el “balcón colonial más largo del Perú” vecino a buenos hoteles y mejores restaurantes. De paso, podría convertirse en epicentro de las artes plásticas: algo así como el concurso regional de acuarelas en homenaje al Obispo Baltazar Martínez de Compañón, gestor del famoso códex con 1400 dibujos de la vida diaria de los pobladores del norte peruano a fines del siglo XVIII. Su labor incluyó registro de la flora y fauna local, escenas de la vida diaria de la sociedad virreinal norteña, practicas medicinales y hasta partituras de música tradicional.


Un lugar equidistante de Chiclayo y Trujillo que podría convertirse en epicentro cultural es el puerto de Pacasmayo, con su histórico muelle, su rompiente ideal para deportes náuticos sin motor y la estación del tren que podría ser escenario de eventos culturales. Y está históricamente vinculado a la sierra norte.


Ahora que todo el mundo se pregunta “dónde queda Chiclayo” gracias a los saludos del papa León XIV, es el momento para que las autoridades, empresarios, académicos junten esfuerzos para el milagro de resucitar el atractivo turístico y cultural del norte peruano.

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