Texto y fotos: Roberto Ochoa Berreteaga
La ciudad de Camaná está a solo tres horas de la Ciudad Blanca y a 14 horas por tierra desde Lima. El 9 de noviembre es su fiesta jubilar, con jaranas por doquier y la oportunidad de conocer una urbe que tiene todos los servicios y que, además, ofrece paisajes de campo y playa que sorprenden a los visitantes.
Su campiña y su balneario son populares entre los arequipeños pero hay sitios que merecen mayor atención de los estrategas turísticos. Uno de ellos es la caleta de Quilca, célebre porque su geografía semeja al de un golfo muy estrecho y con aguas profundas –la versión pequeña de un fiordo- que esconde espacios que no se ven desde mar adentro. Será por eso que el almirante Miguel Grau, al mando del Huáscar, se refugió en Quilca en varias oportunidades para jugar a las escondidas con la poderosa flota chilena. De ahí su fama de invencible e invisible que confundía a los invasores del sur.
Quilca también tiene un lugar en la historia porque desde su muelle zarpó el último virrey, don José de la Serna, luego de la derrota en Ayacucho y luego de haberse instalado un par de años en la ciudad de Cusco como nueva capital del otrora poderoso virreinato del Perú.
Hoy en día Quilca dejó de ser una caleta para convertirse en un estratégico puerto con modernas instalaciones para la pesca artesanal. Su paisaje de estrecho callejón rodeado de acantilados mantiene su singular atractivo para los escasos turistas que la visitan. Como puerto luce desordenado, descuidado y sin un orden urbanístico, pero aún se puede ver una vieja casona de madera como monumento a su antiguo esplendor portuario. También tiene cebicherías que garantizan una buena jornada de gastronomía marina.
Su nombre, empero, proviene del término “quelca” con el que se suele identificar a los lugares con antiguos petroglifos y pinturas rupestres.
Pero ¿qué tiene que ver una quelca con una caleta de pescadores? Este enigma se aclaró durante la construcción de la nueva autopista costanera, cuando se identificaron petroglifos (dibujos en piedra) en un espacio alto y con buen acceso a la playa, que ofrece buenos refugios rocosos y una vista excepcional del mar.
El sitio se llama El Pesquero, cuenta con identificación y protección del Ministerio de Cultura y es muy fácil de acceder pues está ubicado a medio camino entre Camaná y Quilca, en la berma de la autopista. Lo recomendabe es verlas de lejos pues sus abrigos rocosos NO son de granito, sino de un material arenoso fácilmente erosionable por el viento marino y muy frágil ante la presencia humana. Sin mucho esfuerzo se pueden identificar rostros humanos, felinos y aves guaneras.
Todo esto se puede visitar en un solo día, para rematarlo con almuerzo en uno de los restaurantes ubicados en un mirador natural donde se puede contemplar la campiña local con la desembocadura del río Quilca, con sus aguas que descienden luego de pasar por la propia ciudad de Arequipa.