Por Roberto Ochoa Berreteaga
Fotos de Diego Ochoa Ghersi
Ilustración de Alfonso Cano Osorio
Cuando aparecieron los misteriosos personajes y los vieron cruzar el río, los más viejos del pueblo entendieron que se venía la crecida y que empezaría a llover en las partes altas de la cordillera, allá donde radican los pueblos que adoran el rayo, las cumbres nevadas y las alpacas negras.
Esos misteriosos personajes eran los mismos amautas que cada año se instalan en el palacio prohibido, vecino al ushnu de piedra y en las faldas del cerro-que-habla-con-el-cielo y que alberga toda una fauna de seres petrificados. Ellos son los únicos mortales que se atreven a pernoctar en la casa de los dioses mientras los peregrinos se instalan en los alrededores, procedentes desde las faldas de los contrafuertes andinos, desde las dunas que miran al mar, desde los cerros donde convergen los cauces de los ríos, desde las quebradas cubiertas de lomas donde habitan los hombres de niebla.
Esos anónimos personajes son los que hablan con el cielo. Los que descifran la escritura secreta del río brillante que cruza la cúpula nocturna. Los que conocen el significado de esas sombras que semejan islotes oscuros en medio del curso del chaskamayu. Son los que hablan con el sol y los que se entienden a esos zorros que habitan en el plato blanco del plenilunio.
Hace cuatro mil años, a orillas del río Chillón y en las tierras yungas de un lugar que luego sería llamado Carabayllo, los peregrinos y locales se preparan para escuchar a esos enigmáticos sacerdotes-astrónomos.
Luego de permanecer varios días entre las paredes del palacio prohibido, saldrán para confirmar el solsticio de verano en el hemisferio sur, para anunciar la proximidad de las temporada de lluvias, para pronosticar la intensidad de la crecida del río y de las lloqllas destructoras que descienden por los huaycos. También recomendarán las parcelas que tocan descansar, la habilitación y construcción de nuevos andenes, la limpieza de los caminos empedrados y de los canales de regadío.
Al interior del palacio prohibido, entre muros de lajas y adobe pintados de rojo y blanco, los amautas esperan el momento en que un rayo de sol impacta directamente en un rostro circular situado entre dos zorros de adobe. En la víspera comprobaron que la constelación del zorro asomaba exactamente sobre un rostro tallado en roca a casi cien metros de distancia, mientras en la Vía Láctea la sombra de un zorro perseguía a la llama que, en cada amanecer, se oculta sobre el mar, succionando sus aguas para que no inunden el mundo.
Todo eso pudo suceder en el solsticio de verano, justo cuando se empiezan a crecer las aguas del río Chillón.
Esos sacerdotes-astrónomos comprobaron también que el sol marca exactamente el equinoccio sobre un promontorio de roca tallado con el perfil de un cóndor situado sobre el templo prohibido.
Sin saberlo, esos anónimos amautas fueron descubriendo en el cielo las bases de la ciencia y de la religión andina mientras desarrollaban las primeras muestras del sofisticado arte que durante siglos se desarrolló en las tierras yungas, en los pueblos cordilleranos con jardines colgantes y en las mesetas altoandinas.



Pero todo tiene su final. Hubo un fin del mundo en el valle medio del río Chillón que obligó a los amautas a cubrir con toneladas de tierra y piedra las galerías y salas del palacio prohibido, el vecino ushno, y los otros espacios de este antiquísimo observatorio astronómico que puede ser el más antiguo de los Andes.
LOS NUEVOS AMAUTAS
Tuvieron que pasar cuatro milenios para que un grupo de científicos, encabezado por el arqueólogo suizo Frederic Engel descubriera la existencia de un inusual templo en las faldas de un cerro muy cerca al curso del río Chillón. Eso fue en 1987 pero tuvieron que pasar varios años para que el sitio fuera nuevamente investigado, ésta vez por un equipo de arqueólogos liderado por Robert Benfer, de la Universidad de Missouri-Columbia; Hugo Ludeña, de la Universidad Federico Villarreal y Lucio Laura, de la Universidad Agraria La Molina.


Desde entonces, Benfer nunca dejó de investigar en Buenavista. Ésta vez dirigió las excavaciones que durante un mes dieron nuevas luces sobre este sitio arqueológico situado en la frontera del distrito de Carabayllo con la provincia de Canta, casi al frente del tingo formado por la unión de lo ríos Chillón y Trapiche; y desde donde se puede contemplar la cumbre que esconde un enigmático geoglifo de cerro Huatocay, con sus caminos rituales y su reloj solar perfectamente conservado (ver https://www.andaresmagazine.com/articulos-y-entrevistas/las-l%C3%ADneas-de-lima)


Benfer vino, vio y excavó, a sus 86 años, en este sitio que se ha convertido en su proyecto de vida. Lo vimos ascender por el camino de tierra que lleva hasta la zona investigada de Buenavista para señalarnos con su bastón una gran sala con muros tarrajeados con adobe donde salieron a luz dos muros con 44 orificios cada uno, en plano cartesiano de 4x11. Unos metros más arriba, seguimos a Benfer para que revele una galería de cinco metros de profundidad, con un techado de troncos de huarango. “Parece el ingreso a un tumba –nos dice el arqueólogo- pero no sabemos si fue saqueada. No pudimos continuar con las excavaciones porque se me acabó el presupuesto”.
Benfer y su equipo solo permanecieron cuatro semanas en Buenavista. No han recibido apoyo local y no pueden continuar con la investigación.

Pero ¿cuál es la importancia de Buenavista?
Engel fue el primero en investigar y levantar un plano del sitio arqueológico de Chupacigarro (hoy conocido como Caral). Cuando investigó Buenavista propuso que se trata de un sitio arqueológico contemporáneo o más antiguo que Caral. Benfer lo confirmó en sucesivas excavaciones: “su importancia radica en que descubrimos las primeras representaciones artísticas de mundo andino. Son esculturas de piedra y barro que deben ser las más antiguas del continente. En segundo lugar, es importante por sus alineaciones astronómicas que marcan solsticios y equinoccios. Hemos encontrado un muro con 27 nichos que es el número de días del mes lunar y ahora hallamos una escultura de una mujer embarazada y de un músico, ambos jorobados”.
Benfer se lamenta por la escasa difusión que merece Buenavista. “Cuando descubrimos el templo del zorro fue noticia en todo el mundo. Salió publicado hasta en medios de comunicación de China y de Rusia… pero aquí nada”.

En su penúltima campaña de excavaciones Benfer y el arqueólogo peruano Lucio Laura descubrieron una relación interesante: El equinoccio se marca desde el templo del zorro con un marcador ubicado en el cerro vecino. Laura comprobó que se trataba de una piedra tallada con la forma de la cabeza de un cóndor.

“El templo del zorro tiene 4200 años de antigüedad. Hemos identificado una cámara de ofrendas con un zorro inciso que está alineado con la salida de la constelación del zorro. En un segundo templo, de 4 mil años de antigüedad, descubrimos un rostro en un disco de adobe, amenazante, flanqueada por dos esculturas de pese de dos zorros. Miran al atardecer con ojos en forma de medialuna, mientras que un ojo redondo contempla el amanecer. Lo llamamos el templo del disco amenazante”.
Benfer asegura que el zorro “es una figura importante en la mitología y está muy extendido en América del Sur, con antecedentes registrados que datan de hace 4000 años”. Lo vemos representado en un geoglifo de Nasca y también en el Manuscrito Quechua de Huarochirí como gestor de irrigaciones, cultivos e indicador de cambios climáticos. También figura en la Vía Láctea como una de las sombras (atoq).
Ver https://www.andaresmagazine.com/libros-semanales/cosmos-moche
Benfer nos recuerda que recientes investigaciones demostraron que los pueblos andinos modernos todavía identifican al zorro como una constelación de nubes oscuras en la Vía Láctea. “El zorro y el cóndor están emparejados y contrastados de varias maneras: el zorro puede estar asociado con la noche y el Cóndor con el día, mientras que en los Andes del sur, el Cóndor está relacionado con el cielo y el Zorro con la tierra”.


Gracias a las investigaciones de Benfer y Laura, ahora sabemos que Buenavista se encuentra a 11°43'52"S de latitud y 76°58'05"W de longitud. A casi 500 metros sobre el nivel del mar y a 30 kilómetros de la costa. “Está ubicado estratégicamente en lo que respecta a las perspectivas económicas y cosmológicas. Está en un arco de colinas: las crestas al este son ideales como marcadores de eventos astronómicos, y una cresta más distante protege al sitio de la niebla fría que sube por el valle. El sitio completo cubre más de 6 hectáreas y es uno de los dos sitios monumentales del Precerámico Tardío en el Valle de Chillón, el otro es El Paraíso valle abajo en la costa”, agrega el amauta Benfer.

Benfer enfatiza que “tanto el Templo del Zorro como el Templo del Disco Amenazante están alineados con la salida del Sol del solsticio de diciembre, después de la desaparición de la constelación del Zorro en la luz del amanecer, a través de tres rocas en una cresta. La misma constelación está completamente elevada en el equinoccio de marzo. El Pilar del Cóndor sí tiene una orientación de aproximadamente 35°, al igual que un busto de yeso de barro de tamaño natural de un músico a la salida del Templo del Disco Amenazante”.
Cuando consultamos porqué los antiguos sacerdotes-astrónomos eligieron este sitio para instalar un templo y observatorio astronómico, Benfer insiste en que “antes de discutir estas y otras alineaciones como de carácter astronómico –sostiene Benfer-es necesario discutir el caso algo inusual de las alineaciones en los valles costeros andinos, donde los sacerdotes astrónomos, si estuvieran desarrollando un sistema de líneas de visión y puntos de referencia, habrían tenido varias ventajas sobre otros sacerdotes en entornos más planos como en las llanuras altas andinas. Los habitantes de los valles estrechos habrían notado que el Sol salía y se ponía en diferentes puntos a lo largo de un horizonte irregular cercano. Este fenómeno habría sido más obvio en secciones de valles, como aquel donde se encuentra BuenaVista, que corren generalmente de norte a sur.
Habrían notado que la Luna también variaba más ampliamente en sus puntos de salida y puesta. A 12 grados al sur del ecuador, la Vía Láctea y sus constelaciones de nubes oscuras habrían parecido arquearse sobre nuestras cabezas. Seguramente los agricultores de alrededor del 2200-2000 a. C., enfrentados a un río que crecía y bajaba estacionalmente, no podrían haber dejado de ver que el ascenso y el descenso estaban asociados con eventos celestiales. Debido a la precesión, la alineación con la constelación del Zorro se habría perdido alrededor de 1750 a. C., cuando se abandonó la ocupación del Precerámico Tardío en el sitio”.

Según Benfer, la salida de una Luna llena también podría haber sido utilizada para predecir el solsticio de junio, como lo describió Urton para los andinos modernos y Aveni para los incas del Cusco. “Recordemos que el cercano Templo de la Luna tiene una alineación similar. El Templo del Zorro, un animal lunar, está situado en la cima de una pirámide cuyas escaleras están orientadas hacia la Luna, mientras que la cámara de ofrendas está orientada hacia la constelación del Zorro”.
Las alineaciones solares y de constelaciones en BuenaVista corresponden a tres fechas importantes para la agricultura: el solsticio de verano para la crecida del río y la siembra, el equinoccio de otoño que señala el fin de las inundaciones y el solsticio de invierno para la cosecha.

Benfer ya está jubilado pero no se rinde y sigue haciendo gestiones para nuevas investigaciones en BuenaVista. Las excavaciones fueron cubiertas con tierra para evitar su destrucción. Al despedirnos descendemos acompañando a este científico de 86 años y nos preguntamos por qué hay tan escaso interés local ante un descubrimiento tan interesante mientras nos enteramos que el canal de televisión del estado peruano le darán programa a un idiota que difunde tonterías de momias extraterrestres y platillos voladores. Pobre Perú.